Eduardo Galeano, 10/08/06
Un buen día la alcaldía le encargó un gran caballo para una plaza de la ciudad. Un camión trajo al taller el bloque gigante de granito. El escultor empezó a trabajarlo, subido a una escalera, a golpes de martillo y cincel. Los niños lo miraban hacer. Entonces los niños partieron, de vacaciones, rumbo a las montañas o el mar. Cuando regresaron, el escultor les mostró el caballo terminado, y uno de los niños, con los ojos muy abiertos le preguntó: -Pero...¿Cómo sabías que adentro de aquella piedra había un caballo?